En internet uno se puede encontrar con todo tipo de teorías conspirativas e ideas descabelladas, pero una que hable sobre el acortamiento del día de 24 horas a tan sólo 16, parece superar nuestro umbral de asombro. Según los amantes de las explicaciones alternativas, “la elevación del latido o frecuencia base de la Tierra, llamada resonancia Schumann acorto la duración del día a 16 horas”.
A usted ¿no le parece que el día ya no le alcanza para nada? ¿No se siente más ansioso y estresado? Antes, podíamos ir al trabajo, volver a casa, visitar a los amigos, ir un par de horas a ejercitar al gimnasio y hasta nos hacíamos tiempo para mirar una película. Ahora, cuando uno se concentra en alguna tarea… se le hizo de noche. ¡El día parece durar menos! Existe un mito obligado en cualquier página new age que afirma que las “ondas Schumann” han elevado la frecuencia de vibración de nuestro planeta, acortando el día de 24 a tan sólo 16 horas. ¿Será así?
Qué son las Ondas Schumann
Las resonancias Schumann son un conjunto frecuencias del espectro electromagnético (ELF), aproximadamente equiespaciadas, cuyo primer armónico se ubica cerca de los 7Hz.
Se trata de un fenómeno natural en el cual la superficie de la Tierra y la ionosfera actúan como cavidad resonante y la misma, al ser excitada por relámpagos, produce una onda electromagnética estacionaria cuyo modo fundamental se encuentra en 7,83Hz (la longitud de onda es igual a la circunferencia de la Tierra) y con sobretonos en múltiplos de 6,5Hz aproximadamente. Tienen particular importancia en la infraestructura eléctrica, dado que el noveno armónico cae en 59,9Hz, muy cercano a la frecuencia de red de algunos países. También resultan de interés en el estudio de ciertos fenómenos atmosféricos. Winfried Schumann predijo su existencia en 1952, luego confirmada experimentalmente por Schumann y König en 1954.
Ninguna relación con las ondas alfa
Las ondas α (alfa), también llamadas ondas de Berger, son oscilaciones electromagnéticas en el rango de frecuencias de 8 a 12 ciclos por segundo que surgen de la actividad eléctrica sincrónica y coherente de las células cerebrales de la zona del tálamo y son detectadas mediante electroencéfalogramas. Algunos pseudoinvestigadores sostienen que debido a su proximidad con las ondas cerebrales, las resonancias Schumann podrían afectar algunas funciones biológicas.
Herbert König, profesor de física en la Universidad Técnica de Munich, estudió junto con Winfried Schumann las ondas que llevan su nombre. König, más inclinado a las creencias pseudocientíficas, intentó demostrar la relación de las ondas Schumann con aspectos biológicos y cómo podrían afectar a los seres vivos [también intentó demostrar la radiestesia mediante la existencia de campos de energía desconocidos en la publicación de Wünschelruten Report en 1989, lo que le valió muchas críticas].
La creencia popular en círculos esotéricos es que las ondas Schumann vibran en la misma frecuencia que las ondas cerebrales de los seres humanos y que podrían interferir en el estado de ánimo y la percepción. Se suele citar como prueba de estas afirmaciones a las investigaciones del Dr. Rutger Wever, del Instituto Max Planck de Fisiología del Comportamiento, publicadas en el libro The circadian system of man: results of experiments under temporal isolation. El preferido de los autoproclamados “buscadores de la verdad” es el Experimento del Búnker. Wever y su grupo de investigación querían estudiar el ritmo circadiano en los seres humanos. En este experimento, colocaron a un grupo voluntarios en un búnker subterráneo, aislados de estímulos del exterior tales como las variaciones de luz y temperatura. Los estudios concluyeron que el ritmo circadiano de los humanos es de 24 horas y que está estrechamente vinculado con los intervalos de exposición a la luz. Algunos pseudocientíficos quisieron asociar los experimentos de Wever con las resonancias Schumann, afirmando que el investigador buscaba aislar a los voluntarios de la influencia de ondas Schumann para estudiar cúal era la intervención de las mismas en los seres vivos. Sin embargo, tamañas afirmaciones resultan infundadas, ya que en ninguna parte del experimento se nombra a las ondas Schumann.
En algunos sitios de internet y libros, realizan afirmaciones no científicas, asociando las ondas Schumann con las ondas alfa, y adjudicándoles un papel en los procesos biológicos. Entre los errores de estas publicaciones se encuentran los siguientes:
- Adjudican a las ondas Schumann una frecuencia exacta e invariable de 7,8Hz, cuando ésta es aproximada y variable. Incluso, ni siquiera están presentes constantemente.
- Adjudican a las ondas alpha una frecuencia exacta e invariable, también de 7,8Hz, cuando varían entre 8 y 12Hz. Ni siquiera son frecuentes en niños, lo que descartaría que sean imprescindibles.
- Consideran que las ondas alfa son ondas sincronizadoras, cuando en realidad, se considera que son producto de la sincronización de las neuronas. Es decir, que esas publicaciones pseudocientíficas invierten causa con efecto.
- No poseen citas ni referencias a artículos científicos con revisión por pares, ni a ensayos concluyentes.
- No poseen ninguna explicación del supuesto mecanismo, ni ensayos falsables que lo demuestren, sino que recurren a la falacia lógica cum hoc ergo propter hoc.
En realidad el día dura más de 24 horas
Sí. Por más loco que suene, lo cierto es que lejos de acortarse el día en realidad se está prolongando, contradiciendo (una vez más) las afirmaciones descabelladas de los amantes de las “explicaciones alternativas”.
Lo cierto es que la duración del día (o sea el período de rotación de la Tierra) se ha ido incrementando paulatinamente a lo largo de millones de años. La Luna ralentiza la rotación de la Tierra a medida que se aleja de la misma.
En el momento en que la Luna se formó, la Tierra giraba mucho más rápido y la duración del día no llegaba a las 3 horas, mientras que la Luna orbitaba la Tierra mucho más cerca y daba la vuelta en unas 5 horas. Este incremento en el período de rotación de la Tierra y el incremento progresivo de la distancia entre la Tierra y la Luna se debe a la enorme disipación de energía debida a la fricción del flujo y reflujo de las mareas con los lechos oceánicos. En el diagrama del sistema Tierra-Luna se muestra cómo el abultamiento de marea es empujado hacia delante por la rotación de la Tierra. Este abultamiento ejerce un torque neto sobre la Luna, llevándola continuamente a una órbita mayor, mientras produce la desaceleración de la rotación de la Tierra.
La velocidad de alejamiento de la Luna se midie mediante un rayo láser que se refleja en paneles reflectantes que fueron colocados allí por las misiones espaciales. Las mediciones dicen que en la actualidad la Luna se está alejando unos 38 milímetros por año.
Además, la rotación de la Tierra se está desacelerando a un ritmo lento, haciendo el día un poco más largo cada vez. Las mediciones arrojan que, cada cien años, la duración del día se incrementa en 2,3 milisegundos.
De esta manera, podemos estimar que hace 100 millones de años atrás, la duración del día era unos 2300 segundos más corta (38 minutos menos) de lo que es hoy y si nos vamos más lejos aún, hace 600 millones de años la duración del día se acorta a tan sólo 20 horas. A la inversa, yendo hacia adelante en la línea del tiempo, vemos que la duración del día se debe incrementar gradualmente. Tal como habíamos dicho, a medida que transcurre el tiempo, la Luna se aleja de la Tierra y la rotación terrestre se hace más lenta alaragando la duración del día. A este proceso le puede tomar miles de millones de años en detenerse, cosa que ocurrirá, según los cálculos, cuando la duración del día terrestre iguale la duración del mes lunar. Así, llegará un momento en que el la Luna tardará en orbitar la Tierra unas 1100 horas y a su vez, la Tierra rotará sobre su eje en ese mismo período de tiempo de 1100 horas. En ese entonces, la Tierra siempre le mostrará a la Luna la misma cara, tal como hoy lo hace la Luna.
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Creada por ANTONIO CERDAN Jul 23, 2012 at 6:46am. Actualizada la última vez por E M A R Mar 16, 2016.
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