Las células del intestino producen el 80% de la hormona de la felicidad o del buen humor, la serotonina. Un colon “enfermo” es un factor desencadenante de trastornos emocionales. Siendo de alguna manera el intestino nuestro segundo cerebro, más vale que lo cuidemos bien.
El intestino es un tubo largo recubierto de una mucosa denominada epitelio intestinal que a su vez, se compone de una fina capa de células, los enterocitos. El intestino está recubierto de microbios que lo protegen y alimentan, un inmenso ejército que recibe el nombre de “flora intestinal” o “microbiota”. El término “flora” hace referencia al número de especies de bacterias y levaduras que cohabitan.
Algunas de las bacterias en la flora intestinal tienen un efecto positivo para la salud – estimulan el sistema inmunológico, impiden la producción de toxinas, mejoran el tránsito intestinal, disminuyen las flatulencias, estreñimiento, diarrea, etc – por ese motivo los científicos las han bautizado como “probióticas” (beneficiosas para la vida).
La microbiota se nutre, entre otras cosas, de fibras, que son elementos que se encuentran de forma abundante en las frutas y hortalizas. Éstas resultan indispensables porque no solo regulan el tránsito intestinal sino que también son necesarias para el mantenimiento del epitelio intestinal. Las bacterias y las levaduras fermentan las fibras para degradarlas y absorberlas. Este proceso genera la producción de ácidos grasos de cadena corta que son precisamente el alimento del que se nutren las células del epitelio. Así pues, favorecen su mantenimiento y cuando se deterioran permite su reparación.
A estas fibras se las denomina “prebióticas” porque su objetivo es el de estimular el crecimiento de bacterias “probióticas” del intestino. Como nuestra flora intestinal se nutre de fibras debemos nutrirnos de fruta de la temporada bien madura, hortalizas, legumbres y cereales pobres en gluten (arroz, mijo, avena, espelta). A poder ser que las legumbres y las frutas sean ecológicas por no contener pesticidas ni conservantes. Muy importante la correcta combinación de los alimentos y evitar el agua del grifo ya que ésta antes de que se distribuye para el consumo se le añade cloro para acabar con los gérmenes dañinos que pueda contener, matando indistintamente microorganismos buenos y malos de nuestra flora intestinal. Hay que evitar el contacto innecesario con sustancias bactericidas (que matan bacterias) o fungicidas (que matan levaduras y hongos), incluidos los productos para desinfectar las manos y la piel, porque acaban con todas las cepas microbianas, sean buenas o malas.
Mantener una flora en un estado microbiótico perfecto es fundamental. Si se toman como mínimo estas precauciones, la microflora protectora se reequilibra sola, siempre y cuando nuestra alimentación y nuestra forma de vida se lo permitan. Una flora intestinal equilibrada es clave para aumentar la hormona de la felicidad, para estar sanos y hacer frente a las enfermedades físicas y problemas emocionales.
Cristina Casanova
(artículo escrito de publicaciones de Juan-M Dupuis)